domingo, 3 de enero de 2010

Novelas de mi tierra ....

Desea acogerse a la generosidad de este sencillo blog, la historia, que hace muchos años, vivieron en esta tierra minera una joven pareja, ella oriunda de la vecina Zalamea,y el residente, por motivos laborales en Riotinto, pero cuya naturaleza estaba originada mucho más al Norte, concretamente en Escocia.
Al ser una historia aunque novelada, se ha intentado conseguir que el lector, (al que agradecemos su atención y suplicamos paciencia)conozca las vicisitudes y proceder de una de tantas personas, extraña en país ajeno, al fin, que recalaron por nuestras minas dejando una pincelada, solo eso, de singularidad personal.
Coloquialmente, entre nosotros, la llamaremos "Aquel joven escocés", y procuraremos ir colgándola, a medida de nuestro tiempo y posibilidades.
Gracias amigos.

2 comentarios:

  1. Sí, era él. Sentado sobre la veranda que separaba el pequeño jardín de la entrada principal del bungalow, deleitándose, con la brisa de las primeras horas de la mañana que, cicateramente, concedía el verano andaluz del año 1916.
    Las toscas persianas de esparto que defendían la vivienda del fuerte sol, por aquella parte de poniente, estaban levantadas y permitían el paso del mezquino aire matutino.
    La noche había sido extremadamente calurosa, como todas las transcurridas de Julio. El sueño no era posible conciliarlo, pues ni el ancho ventanal del dormitorio, aún abierto totalmente y, sólo protegido por sendo mosquitero, no era suficiente para mitigar el rigor climatológico.
    Recurrió a la limonada, hecha con el cítrico, azúcar y agua helada, previamente hervida que, la noche anterior, le había preparado Elvira, dejando una jarra sobre la cercana mesita de noche del aposento. La sensación de frescor era momentánea pero corta.
    Interminable madrugada que le hizo pensar en decenas de variadas cosas, imaginándose saltar de un país a otro, recordando a personas, paisajes, vivencias, proyectos, planteamientos y actitudes por las que pasó en épocas anteriores y que volvería o no a repetir en un futuro. También, saboreando la bebida helada, pensó en el acierto que tuvo al contratar para el servicio de la casa a la joven Elvira que, con sólo 22 años, había comenzado a trabajar, como doméstica, obligada por el fallecimiento de su padre, en accidente minero. Eso sí, tenía que agradecerlo a Mrs. Penny, informadísima vieja vecina de la colonia, que conocía la vida y milagro de cada familia inglesa. Curiosa impenitente, siempre solícita a hacer la vida más grata a cualquier compatriota residente, a cambio de fisgonear en el más íntimo detalle social ó personal que, a su debido tiempo….ella se encargaría viese la luz.

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  2. De las virtudes de Mrs. Penny –que algunas tenía- había que detraer pequeñas debilidades, únicamente atribuibles a su poca moderación por la ginebra. No obstante, ni el más generoso vaso que le fuese servido, en el bar del club, era capaz de soltarle el mínimo secreto que guardara en lo más recóndito de su corazón, si se lo proponía.
    Ella fue la valedora de la joven Elvira, a la que conoció cuando venía desde su Zalamea natal, aprovechando el tren de la Compañía, para vender las aves y huevos, en Bella Vista y El Valle, productos del gallinero familiar que tenían en la cercana población. Con ello, obtenía un dinero extra que añadir al escaso jornal del padre minero, cuando aún trabajaba. No era fácil apartar los ojos de aquella lozana zalamera de llamativo y atrayente cuerpo, moldeado por insinuantes redondeles y grácil físico, cuya mirada vivaz y limpio porte, quedaba adornado por la sencillez de trato y suave voz. Si bien esos atractivos no pasaban desapercibidos para el sexo opuesto, por otras cualidades, tampoco lo eran para los del propio. Su humilde y digno comportamiento, continua sonrisa, unido a la forma de recogerse el castaño cabello a manera de bajo moño en la nuca, con el añadido de simpatía natural, le hacían acreedora de la admiración, igualmente femenina.

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