domingo, 24 de enero de 2010

"Aquel joven escocés" XXIII

De regreso a casa halló a Eme y Elvira completamente felices por el buen término del incidente.

Nadie supo cómo, pero Mrs. Penny se enteró y –como de pasada y, simulando poca importancia- comentó en una tertulia del club el anedóctico caso, añadiendo un comentario, enfatizando la rapidez para solucionar tan “pequeña molestia”por parte de Mark, pues al fin, sólo se trataba de haberla padecido una sirvienta….
“Insólito, nunca ocurrió algo parecido que fuese tratado con tanta consideración entre el servicio de Bella Vista.” –Dijo-, atizándose una colmada copa de ginebra que puso fin a su intervención.
Del mismo modo que cualquier “novedad” que sucedía en la colonia, por pequeña que fuese, también Mr. Berry fue informado puntualmente. Lo que más molesto le resultó es que Mark se hubiese interesado ante un Jefe español, cuando lo correcto hubiese sido llamarle a él, pero guardó silencio.

Aunque suceso algo olvidado con el paso de semanas, el ambiente y lugar donde se produjo, no lo fue para Mark. No consiguió apartar de su mente detalles muy personales que, además, le producían sensaciones de dudas y gozo.
Autoanalizándose, reconocía la frialdad de sus reacciones –propia de la idiosincrasia escocesa- ante situaciones temperamentales, pero en las que el sentimiento natural prevalece sobre cualquier otro. Ese era y, no debía confundirse, el motivo de su joven inquietud.
Realmente;¿Qué le indujo a enjugar las lágrimas de Elvira?...¿Pena?...¿Compasión?
…¿Lástima?.¿Qué sintió al acariciar el cabello de aquella mujer, algo más joven que él mismo y que al tener físicamente cercana, era transmisora de algo más que tibieza?
…¿Protección?...¿Deseo?...!No, exactamente¡…Pero sí, todo a la vez.
Se contestaba a sus propias preguntas, respondiéndose, no se las formularía ahora si,
con naturalidad, la hubiese besado sin más.

En imaginaria balanza, sopesaba el tremendo “atractivo” –si así podría llamarse- que ejercía sobre él, Elvira, por un lado. El contrapeso lo aportaba el entorno social de Bella Vista, del que formaba parte, con sus inamovibles perjuicios, comprendidos en un estatus de inevitables connotaciones racistas celosamente observado, sobre todo, por las señoras de los residentes que veían con aversión cualquier interrelación con otros grupos de nacionalidades ajenas a la británica.

Algo conocía, por sus anteriores estancias en Africa del Sur e India, de ese tipo de casos que se daban en las colonias de ultramar, tratados sin embargo de diferente forma, en la misma Inglaterra.

1 comentario:

  1. Mark. recordaba el relato que escuchó en el “Only men” del Club a un viejo australiano, casado con una española de renombrada familia andaluza, de cómo fue recibido su matrimonio en Bella Vista, por las féminas del lugar.
    Tan ignorados y descorteses fueron con ellos, que decidieron vivir en la calle Méndez Núñez, del pueblo, apartándose del barrio inglés. Aunque no la citó, dio a entender que la “lider” de aquella oposición fue la mismísima Mrs. Penny.
    Algo peor ocurrió en la último década del pasado siglo, cuando fueron alejados de Rio Tinto dos o tres ingleses, también casados con españolas, a los que ni siquiera, reuniendo brillantes méritos profesionales, se les promocionó nunca.

    No es que él estuviese decidido a declararle a Elvira unos sentimientos que le estaban superando y le eran difíciles de ocultar. ¿O, sí?...¿Sabía si ella sentía “algo” parecido por él?...¿No estaría ya comprometida con otra persona?
    Imposible continuar con tan agobiantes dudas que ponían contrapunto de infelicidad en su diaria existencia. Pero, en esta ocasión, el destino jugó a su favor.

    A finales del mes de Enero, Elvira solicitó permiso para acudir a la romería de San Blas que se iba a celebrar en Zalamea el 3 de Febrero próximo.
    Entonces él preguntó si era posible conocer el festejo y, en cualquier caso, si sería inconveniente asistir acompañándole. Azorada y, casi imperceptiblemente, contestó:
    “Sí, claro. Es público”…
    Dióle a conocer las costumbres del lugar y desarrollo de la fiesta: Bailes, viandas, bebidas típicas a consumir en común , etc. Tal como fue explicado, le hizo ilusión.
    Casualmente, el dia a festejar cayó en domingo y no circulaban los trenes de la Compañía en ese día de la semana, como tampoco lo hacían el 24 de Mayo, cumpleaños de la Reina Victoria,(a pesar de que la soberana había muerto en 1901) por consiguiente, tomaron una caballería de alquiler y con ella marcharon.

    Ni que decir tiene que el primer sorprendido al ver montar al escocés, llevando a la grupa a la hermosa muchacha, “-pareja poco común-“ fue el guardiña de la cuadra el cual, “cumpliendo con su obligación”, con premura lo puso en conocimiento de Mr. Lowers.

    En cuanto a “la poco común pareja” aquél viaje les estaba resultando infinitamente más cómodo que si lo hubiesen realizado en el legendario Orient Express. Tan gratos momentos eran saboreados, por ambos, de manera tan placentera que no se percataron de la constante cojera de la caballería hasta divisar la cercana estación del ferrocarril de la Compañía, en Zalamea. La forma de viajar no era para menos.
    En tanto que el escocés llevaba las riendas, a su espalda sentía la opresión del busto de Elvira, que, a su vez, se sujetaba a él con el brazo derecho sobre el torso, mientras en su izquierda portaba la cesta de mimbre con las viandas.
    La transmisión de temperatura, entre ellos, era inevitable.

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