jueves, 7 de enero de 2010

"Aquel joven escocés" VIII

En una de aquellas tertulias que se organizaban en el pabellón de los Swason, uno de los invitados mencionó el insistente rumor que se extendía entre los residentes e incluso en la sala de banderas del regimiento. Consistía en las reiteradas visitas que Symon Lewis (ayudante de Mark) solía efectuar, a determinada esposa de un oficial, coincidiendo, generalmente, cuando éste estaba de servicio en el acuertelamiento.
El comentario conllevaba cierta carga de malignidad, cuando se incidía en la inapropiada conducta de la anfitriona que, casualmente, licenciaba a toda la servidumbre prescindiendo de los servicios de aquella, hasta la siguiente jornada.
A la no convencional forma de actuar de dicha dama, las murmuraciones se complementaban, con las confidencias hechas, por la esposa de Symon Lewis, a una “fiel amiga”, mujer de un residente, lamentándose de los desvíos de su marido, con el que no convivía, maritalmente, desde hacia meses, hasta el punto de que su matrimonio se reducía a fingida amistad, si bien, ninguno de los dos estaba por romper lo que duraba ya 2 años.

Chocaba, en el circulo social de la pequeña colonia, el hecho de que Mrs. Lewis no acudiese, desde hacía tiempo, a las actividades y reuniones del Club, aduciendo, desde continuas jaquecas hasta deberes domésticos de débil consistencia. Esto último muy significativo, ya que de las compras y cocina corrían a cargo de la vieja musulmana, Aisha, en tanto que el mantenimiento del cottage y jardín estaban a cargo de los jóvenes indios, Duggal y otro, cuyo nombre era impronunciable.

Eran anécdotas que, para una reducida comunidad, constituían sabroso guisado que añadir al tedio y rutina habitual.
Así, una calurosa mañana y antes de acometer sus deberes laborales, Mark se vió abordado por la secretaria, Miss Storm, que con ojos algo desorbitados, como si quisiera magnificar la peor tragedia del mundo, le informó de la reciente noticia:

“La señora de Mr. Lewis (su propio ayudante) hacía una semana abandonó el hogar, en un tonga (–coche de caballo-) acompañada del criado Duggal con destino al Hospital de Dehra Dun en el cual había dado a luz un niño….!Horror¡¡. ¡!De color oscuro¡¡
Según todos apuntaban, había tenido mucho que ver en ese desafortunado asunto, ese sirviente….¿Como se llamaba…? ¡Oh, sí¡…!Duggan¡, pero ya se sabía…cuando a estos negros se les daba la mano…la suya se deslizaba a sitios ¡impensables¡”

Quedaban silenciadas las infidelidades de Mr. Lewis, resguardadas por el más puro estilo machista, incluso al socaire del nada oculto prejuicio racista.

1 comentario:

  1. Anécdotas y recuerdos que permanecían en su memoria, acudían a ella en aquella mañana, cuyo cielo de un azul intenso, presagiaba otro día de calor.

    Se culpaba de aquél tremendo olvido, por inexplicable distracción, de no haber tomado regularmente las dosis de quinina que a todo europeo se le prescribía en India para prevenir las frecuentes fiebres tifoideas. Lo pagó caro y, ante el riesgo de perder salud atacado por la enfermedad que le mantuvo hospitalizado durante 35 días, el Dr. Hunter le sugirió marchar del país a fin de reponerse en el fresco clima de Escocia.
    Todavía débil, abandonó Chandigarh, acompañado por sus buenos amigos los Swason que extremaron toda clase de atenciones, hasta dejarle embarcado en Bombay, a bordo del vapor Coventry con destino a Plymouth.

    Necesitó una convalecencia, vigilada por sus padres y hermana, en la casa de Lochnagar, El cuidado familiar y los puros aires escoceses obraron una completa mejoría conseguida en sólo 3 semanas. Transcurrido ese tiempo y, encontrándose físicamente repuesto, decidió reemprender su vida laboral en cualquier latitud, distinta para él, al duro clima de Oriente.

    Nuevamente recurrió a su amigo Paul Knox quien gustosamente le ayudó, conociendo la extraordinaria trayectoria que dejó en India a su paso por la Scottish Rocks Co. de modo que después de telefonear a Londres, le indicó debería presentarse, dos días más tarde, en el Nº 3 de la calle Lombard de aquella ciudad donde le esperaba el Secretario del Consejo de “The Rio Tinto Co., Ltd”.
    Era esta una Compañía explotadora de minas ferro cobrizas en el sur de España, situada a unos ochenta y pico kilómetros del puerto de Huelva y propietaria del suelo y subsuelo de los yacimientos, a más de los terrenos comprendidos en el amplio contorno, viniendo a ser (no por conquista y sí por compra al Gobierno español) similar a la British South Africa Co., -en Rhodesia-

    La entrevista con Mr. Dennis, entonces Secretario del repetido Consejo, se desarrolló cordialmente y colmó las expectativas de trabajo que ya le anticipara su amigo Knox.
    El directivo puso ante él un contrato vendiéndolo como muy ventajoso para un extranjero que, en España, nación con un nivel de vida por debajo de los países circundantes, ofrecía óptimas oportunidades para personas que, como Mark, iban a acceder a un nivel comparable a la clase media-alta en Inglaterra.
    Dicho contrato precisaba un atrayente salario, pagadero en libras esterlinas, similar a la de otros ingenieros que, igualmente ya lo disfrutaban y del cual todos ellos estaban satisfechos. Los complementos sociales comprendían, casa con suministro de luz, agua y carbón, para calefacción, gratuito, estancia de vacaciones pagadas, durante 2 meses en Inglaterra, disfrute estival de bungalow, en fines de semana, más un mes completo, en la playa de Punta Umbría, servicio médico y esparcimientos lúdicos en el Club de la Empresa, libre de gastos y, siendo casado, ayuda económica para hijos que desearan estudiar en Inglaterra.

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