Era eficaz en su trabajo e, igualmente, se integró con facilidad en la no amplia, pero sí cerrada sociedad europea de Chandigarh.
En 1912 era esta pequeña ciudad de la India, situada entre los estados de Patiala y Kapurthala, tranquila y laboriosa, contando con una población de 35.000 almas de las cuales, una parte importante se empleaba en los servicios que requería el acantonamiento militar de guarnición (compuesto por un regimiento de infantería sijs, comandado por 5 oficiales ingleses) otras 2500 personas en la cantera de la Scottish Rocks Co., y el resto dedicado a servicios domésticos, agricultura y pastoreo en las tierras montañosas de los alrededores.
En el amplio terreno que ocupaba el regimiento, aparte los barracones para la tropa, disponía de una serie de pabellones donde se alojaban, cómodamente, los mandos y sus familias que contaban, además, con uno más grande, utilizado como club y usándose para juego de polo, en ocasiones, el campo de instrucción militar.
Las instalaciones de recreo eran compartidas por los oficiales del destacamento, con los funcionarios del Servicio Civil Indio –sólo británicos- así como otros miembros europeos residentes en la población en cualquier época.
En verdad, nunca llegaron a reunirse en sus salones más de 30 parejas.
Siendo pocos, cuando los servicios lo permitían, se organizaba alguna que otra partida de polo, en las que se requerían los caballos del regimiento.
Si esa faceta del deporte no se prodigaba, se recurría al tenis o las omnipresentes timbas de cartas, pero en la mayoría de ocasiones, el aburrimiento y la monotonía estaban asegurados. Era por tanto, natural, se esperase con impaciencia la temporada de la cercana Simla que, durante 3 meses, inyectaba animación a la propia ciudad y proximidades.
Los meses de espera intentaban cubrirse con algún que otro baile, contratando una de las numerosas orquestas de Simla. Esta misión era asumida, con total devoción, por Miss Storm quien, inevitablemente, se sentaba al piano, arrancándole tales notas que los danzantes huían despavoridos de la pista para mitigar el susto en el Bar.
Fue en el Club donde se enteró del trascendental evento, que se aguardaba para el mes de Diciembre.
Nada tan singular como la visita del Rey Emperador, Jorge V, que tendría lugar el día 2 de dicho mes, comenzando en Bombay.
Con toda seguridad, el virrey, Sir Charles Hardinge, incluiría en el programa del soberano la visita a Simla y éste pudría recrearse en sus edificaciones de puro estilo británico.
Mark, pensaba interesadamente, en el aumento de pedidos de rocas a fin de acelerar obras nuevas y, otras aún por terminar. Si la noticia se confirmaba, la Scottish Rocks, podría frotarse las manos y él, personalmente, subiría en estima dentro de la Compañía.
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Hace 5 meses
Faltaban 4 meses para confirmar el evento y, entre tanto, la temporada de Simla ya había comenzado.
ResponderEliminarLos habitantes de Chandigarh eran diarios testigos del trasiego de lujosos transportes en privilegiados altos funcionarios del Servicio Civil Indio, encumbrados militares del ejército colonial, catedráticos prestigiosos y altos representantes de la banca e tren e innumerables caravanas que, desde distantes y distintos puntos de la India, se dirigían a la fresca ciudad montañosa del norte para librar del tórrido calor a los industria inglesa.
Hacia allá acudía una gran masa de nativos, moradores de los poblados limítrofes, con la finalidad de conseguir empleos de todo tipo y cuya prestación de servicios eran retribuidos, en el mejor de los casos, con 7 Rupias semanales, algo insólito para quienes, de ordinario, sólo sobrevivían con 5 annas diarias.
Las mansiones, hoteles, casas del Gobierno y particulares, funcionaban a tope y, en cada una de ellas, se desplegaba el lujo más oriental ostentado por sus occidentales ocupantes.
Los suntuosos salones, adornados con variadas flores tropicales, concurridos por las elegantes y enjoyadas damas inglesas, vistiendo lo más actual de la moda parisina, hacían corro, junto a caballeros de vistosos uniformes y elegantes smokings, mientras una legión de sirvientes, ofrecían sobre bandejas de plata repujada, el mejor champán francés, whisky de acreditadas marcas escocesas y cigarros procedentes de Filipinas
¿Qué cantidad de cosas puede retener la humana memoria, en sólo una noche de insomnio?¿Hasta donde recordar, fielmente, lo vivido de un tiempo que va, desde la infancia más tierna, hasta una edad adulta?
Mark hizo una pausa turbándose con esas breves preguntas y, tras prender un cigarrillo, volvió a sus remembranzas. Era sábado y no tenía ningún compromiso social que atender en Bella Vista, de forma que hasta el próximo lunes no reemprendería su vida laboral.
Así pues, continuó repasando sus días en la India.
Recordaba con precisión, la fiesta dada en el Club, con motivo del cumpleaños del Coronel del Regimiento y en la cena tuvo la agradable sorpresa de saludar a su antigua amiga Violeta Blair, entonces casada con un militar, formado en la academia de Aldershot, siendo destinado a un regimiento sowars (caballería indígena) en Bombay y, tras ser ascendido, fue asignado al acantonamiento de Chandigarh.
Tras corteses presentaciones, el Mayor Edward Swason, -pues este era su nombre- le refirió a Mark las numerosas ocasiones en que su esposa le había comentado quienes formaban su circulo de amistades en Londres y, entre las cuales, ocupaba lugar el joven escocés.
Pasados unos pocos meses, la amistad se había consolidado de tal manera que, el matrimonio Swason vino a ser para Mark como su familia en Extremo Oriente.