lunes, 11 de enero de 2010

"Aquel joven escocés" XIII

La zalameña Elvira, era de tejido más delicado. Por eso, quizás y, tal vez, por la sensibilidad y exquisito gusto que ponía en cada punto de su trabajo, no se podía dejar de notar.
En la pared de aquella casa, donde había un cuadro, ella lo colocó; donde un florero, lo ocupó con rosas; con sencillas cortinas cubrió los ventanales y, hasta la disposición del escaso mobiliario, lo dispuso con la aprobación de Mark.

Con ocasión de un tea-party, fueron invitados por él, a su casa, los matrimonios compatriotas, Wilson y Penny.
El té lo sirvió Elvira, con elegancia tal, que causó admiración a la Sra. Wilson y complacencia en Mrs. Penny, esta última por haber acertado en la recomendación. La primera no regateó alabanzas sobre la joven, cuando ella se retiró. Comentario que fue atentamente seguido, sin respuesta alguna, pero con interior satisfacción por el anfitrión.

No obstante, era la única aportación a la tertulia que hizo la Sra. Wilson pues, evidentemente, la que llevó todo el “peso” de la conversación fue la infatigable Sra, Penny, no privándose de emitir su opinión en tan dispares temas como, el transcurso de la guerra, las pocas noticias que se recibían en la colonia de los empleados de la RTCL, luchando en los frentes, los rosales y plantas que ya arraigaban en los jardines de Bella Vista, la prohibición impuesta por Mr. Barry para que no se llevasen ni perros ni gatos a las viviendas de Punta Umbría y la numerosa cantidad de calcetas, confeccionadas por las señoras de los miembros del Club, para enviar a los combatientes británicos, a través de la Cruz Roja.
Sufridamente, su esposo se limitaba a introducir, con timidez y de forma espaciada en el descarado monólogo, los monosílabos: “Yes, of course¡” ó “I think so¡”. Al parecer, era lo más que ella le permitía.

Para Mark, resultó ser aquella reunión, semejante a otras a las que había asisitido en calidad de invitado, infinitamente aburrida y bendijo el momento en el que marcharon. Fue entonces cuando, nuevamente, entró Elvira en la sala, para recoger
el servicio.

1 comentario:

  1. L



    El escocés, que aún permanecía en la sala, la observó mientras cuidadosamente colocaba la porcelana sobre la bandeja, en tanto la mente del muchacho buscaba una pregunta –aunque fuese nimia- para recrearse en la femenina figura, unos minutos.
    Al fin, se decidió a formularla y en el todavía no dominado castellano, le dijo: “!Oh, Elvirooo, los Sres. mucho gustar el té. Muchas gracios para tuya y Eme. Thanks¡”.
    Volviese la muchacha y, sin apenas alzar su preciosa mirada, respondió: “De nada, señó, pa eso estamos”. La entendió a medias y reiteró el cortés; “Thank you”, pero no deseaba, en absoluto, que la joven se retirara, de manera que cobró ánimo para oírla nuevamente y le preguntó: “Dice me Mrs. Penny que Vd. vivo en Salamea y allí es uno pueblo antigua y bonito,,,because (porque) tiene casas muy hermosas y tore, mucho alto en iglesia vieja”…”¿Es su casa allí muy hermoso?”. “Sí, señó” –le respondió, ya mirando a Mark más libremente, animada por los elogios a su patria chica y turbándole, extrañamente, al posar sus ojos en él.

    “Pero no se llama Salamea, sino Za….Za…Za-la-me-a”.Se sintió en el deber de rectificarle, para que su pronunciación fuese más correcta.
    “Oh, muchas gracios, Elviroo, Vd, buena profesora por mi¡”
    Animada por lo que entendió como sincero cumplido, añadió:

    “Es verdad que es un pueblo antiguo, pero bonito como pocos. Mi abuelo decía que la torre era aún más hermosa de lo que ahora lo es, pero cuando llegaron los gabachos, en 1810, destrozaron la iglesia e hicieron mucho daño a la torre y, también decía, que quisieron llevarse las campanas a Sevilla, para hacer municiones, pero no encontraron animales con bastante fuerza para cargar con ellas, porque de los que disponían sólo tenían dos patas y, entonces las dejaron. Hay calles muy pendientes y bonitas. También una plaza de toros, cerca de la de abastos. La hizo la Compañía, en época de Mr. Carlyle…sin dejar atrás el Pilar de las Indias….

    Aunque todavía muchas cosas no le eran de fácil comprensión, avanzaba en el idioma, más para comprender que para expresarse. Así que su mostrada atención, indujo a Elvira a continuar, desgranando los encantos del lugar que él, complacientemente escuchaba:

    “Y además, señó, si Vd. conociese la ermita de San Blas, tan chiquita y en mitad del campo, ¡Le gustaría una jartá¡ Allí vamos, en Febrero, mucha gente de Zalamea y sus alrededores, para prender en nuestros cuellos un cordón del Santo, después de frotar con aceite bendito la garganta. Eso nos protege de enfermedades en ella.
    Luego, la mocedad, bromea en aquellas praderas, jugando y cantando así:

    Vamos a jugar al corro,
    A pedirle a Dios, que llueva,
    Que se ponga el pan barato
    Y se casen las mozuelas…”

    ResponderEliminar