Anécdotas y recuerdos que permanecían en su memoria, acudían a ella en aquella mañana, cuyo cielo de un azul intenso, presagiaba otro día de calor.
Se culpaba de aquél tremendo olvido, por inexplicable distracción, de no haber tomado regularmente las dosis de quinina que a todo europeo se le prescribía en India para prevenir las frecuentes fiebres tifoideas. Lo pagó caro y, ante el riesgo de perder salud atacado por la enfermedad que le mantuvo hospitalizado durante 35 días, el Dr. Hunter le sugirió marchar del país a fin de reponerse en el fresco clima de Escocia.
Todavía débil, abandonó Chandigarh, acompañado por sus buenos amigos los Swason que extremaron toda clase de atenciones, hasta dejarle embarcado en Bombay, a bordo del vapor Coventry con destino a Plymouth.
Necesitó una convalecencia, vigilada por sus padres y hermana, en la casa de Lochnagar, El cuidado familiar y los puros aires escoceses obraron una completa mejoría conseguida en sólo 3 semanas. Transcurrido ese tiempo y, encontrándose físicamente repuesto, decidió reemprender su vida laboral en cualquier latitud, distinta para él, al duro clima de Oriente.
Nuevamente recurrió a su amigo Paul Knox quien gustosamente le ayudó, conociendo la extraordinaria trayectoria que dejó en India a su paso por la Scottish Rocks Co. de modo que después de telefonear a Londres, le indicó debería presentarse, dos días más tarde, en el Nº 3 de la calle Lombard de aquella ciudad donde le esperaba el Secretario del Consejo de “The Rio Tinto Co., Ltd”.
Era esta una Compañía explotadora de minas ferro cobrizas en el sur de España, situada a unos ochenta y pico kilómetros del puerto de Huelva y propietaria del suelo y subsuelo de los yacimientos, a más de los terrenos comprendidos en el amplio contorno, viniendo a ser (no por conquista y sí por compra al Gobierno español) similar a la British South Africa Co., -en Rhodesia-
La entrevista con Mr. Dennis, entonces Secretario del repetido Consejo, se desarrolló cordialmente y colmó las expectativas de trabajo que ya le anticipara su amigo Knox.
El directivo puso ante él un contrato vendiéndolo como muy ventajoso para un extranjero que, en España, nación con un nivel de vida por debajo de los países circundantes, ofrecía óptimas oportunidades para personas que, como Mark, iban a acceder a un nivel comparable a la clase media-alta en Inglaterra.
Dicho contrato precisaba un atrayente salario, pagadero en libras esterlinas, similar a la de otros ingenieros que, igualmente ya lo disfrutaban y del cual todos ellos estaban satisfechos. Los complementos sociales comprendían, casa con suministro de luz, agua y carbón, para calefacción, gratuito, estancia de vacaciones pagadas, durante 2 meses en Inglaterra, disfrute estival de bungalow, en fines de semana, más un mes completo, en la playa de Punta Umbría, servicio médico y esparcimientos lúdicos en el Club de la Empresa, libre de gastos y, siendo casado, ayuda económica para hijos que desearan estudiar en Inglaterra.
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Al margen del documento a firmar, Mr.Dennis enfatizó su esperanza de que Mark observaría, y que sin duda se integraría en la buena armonía reinante en el barrio de Bella Vista, donde vivía mayoritariamente, la comunidad británica, ejemplarizada, en las facetas laboral y social, por la acertada gestión del dirigente superior de la Compañía allí, Mr. William John Barry, Director General.
ResponderEliminarEn contrapartida, expuso con toda honestidad a Mr. Dennis su situación personal. Teniendo en cuenta que Inglaterra estaba en guerra con Alemania, se había personado ante las autoridades militares ofreciéndose como combatiente, no siendo aceptado al detectarse, analíticamente, haber padecido en un inmediato pasado fiebres palúdicas. Por consiguiente, era declarado exento de servicio, por el momento.
En Abril de 1916, Mark desembarcó del vapor Don Hugo (por supuesto, propiedad de la RTCL) en el puerto de Huelva, tomando el tren (de la Compañía, ¡no había otro¡) y en unas 6 horas se apeaba en la estación de “El Coso”del pueblo de Rio Tinto.
Allí le esperaba un inglés de Gibraltar, según le dijo, patizambo y con marcado acento en su idioma, probablemente, dedujo, por su uso más habitual de la andaluza lengua en el Peñón.
Le informó debería presentarse a Mr. Berry quien despachaba en la Dirección que la Co., tenía junto a la Iglesia Parroquial que se veía desde aquel punto.
No sabría calcular cuanto tiempo duró su entrevista con el Director General pero, desde el primer momento, tuvo la impresión estaba frente a un individuo poco común.
Mr. Berry era de esos hombres al cual se le identificaría en un salón, ocupado por una treintena de otros, como el más destacable de todos ellos. Sin precisar medidas, su estatura era notablemente alta y atléticamente proporcionada a su peso, si bien la edad podría oscilar entre los 49/51 años. La redondez de su abdomen comenzaba a pronunciarse. El cabello, no muy espeso, clareaba ya, dejando algo descubierta la parte frontal. Quizás lo más llamativo de su persona radicaba en los ojos, color grisáceo, fríamente fijos en su interlocutor, mientras conversaba. Un clic nervioso se pronunciaba en su cuello que parecía remarcar, con rotundidez, las parcas y precisas palabras de su oratoria. El poblado y cuidado bigote aún mantenía las rubias tonalidades, mezcladas con blancas hebras, algo manchadas por el humo del cigarro puro, frecuentemente mordido.
Vestía pulcra camisa blanca, de cuello desmontable, que anudaba una rara corbata prendida con alfiler, adornado por un brillante. La chaqueta, sin abotonar, dejaba entrever oscuro chaleco, dividido por medianos bolsillos y cruzados por gruesa cadena de oro, sosteniendo el reloj, del mismo metal, que consultaba de vez en vez.
Pantalón caqui, apropiado para montar, ajustado por marrones y brillantes botas altas, completaban su atuendo personal.
Durante la entrevista, Mr. Berry le dio a conocer el complejo funcionamiento del establecimiento minero, el lugar que ocuparía en el escalafón del Staff, así como el trabajo que desempeñaría en el Filón Sur de la extracción, capataces y obreros que quedarían bajo su mando, vivienda asignada en Bella Vista y, por supuesto, lo que se esperaba de él, en el ámbito social. No olvidó matizar, sobre esto último, que su conducta debería ser, en la colonia, la de “ todo un caballero”.
Finalmente, se hacía presumir en el Director, al inflexible negociador, cuya voluntad era de obligada obediencia y cumplimiento, so pena de contraer su peligrosa enemistad.