martes, 12 de enero de 2010

"Aquel joven escocés" XV

Mark no comprendía todo lo que Elvira explicaba pero no le pasaba por alto la ingenuidad y sencillez de su verbo, cautivándole la gesticulación que la joven empleaba con el relato, a la par que continuaba su labor.
Llegó un momento en que ella seguía hablando, aunque él no prestaba –o eso parecía- atención a su charla, puesto que la totalidad de su mente estaba cautiva de los movimientos calmosos y hermosa figura de la muchacha que, algo confundida, se retiró a la cocina.

A mediados de Agosto del repetido 1916, Mark fue citado para una entrevista con Mr. Barry. En ella, el Director, le propuso llevar a cabo un trabajo especial el cual consistía en volar la torre e iglesia del pueblo de Rio Tinto, por exigencias de la explotación.
Consideraba llegado el momento de acometer el derribo, habida cuenta del avance de los trabajos en la Corta, por una parte y, de otra, el adelanto apreciado en los de la nueva Parroquia que la Compañía estaba construyendo en el poblado de El Valle, cuya primera piedra se colocó el 30 de Diciembre de 1914
El encargo debería hacerse con premura, si bien, no podría interferir el trabajo habitual del joven ingeniero.
Aceptó, lo que suponía un reto en su carrera, elaborando el proyecto en el silencio de su casa, privándose en horas libres de cualquier actividad lúdica.
Tardó 2 semanas en presentar el plan a Mr. Berry quien lo aceptó y fijó la fecha para la demolición. Se llevaría a cabo el 15 de Septiembre a las 5,15 de la tarde. Como era natural, la Compañía se encargaría de asumir todo tipo de incidencia que pudiera producirse y dándole cuenta a las autoridades de lo relacionado con el derribo.

Obvio decir que, el trabajo se realizó con matemática precisión, siendo el evento presenciado, desde la Barriada de Alto Mesa, por numerosos habitantes del pueblo con incontenida tristeza, al ser el edificio más representativo del lugar donde, hasta la fecha, habían sido bautizados y administrados los demás sacramentos de la fe, a su gente, durante generaciones.
Fueron abundantes las lágrimas vertidas por el ya muy anciano, “Tio Julio”, conocido arriero, que con su voz tosca y aguardentosa, jamás faltó a la cita de “La esquila” no recordando cuantos años, en las madrugadas de Octubre, había franqueado las puertas de aquella Iglesia entonando: “Y con esta remato mi copla, Virgen del Rosario, que ya voy a entrar…”

Pudo ser premonitoria aquella tristeza, porque su enjuto cuerpecillo no acudió a la cita del siguiente mes, cuando el convocante “tin, tin” de la campanita, dejaba oir sus toques en la capilla de San Roque, al no llegar, todavía, a término la nueva Iglesia de
El Valle. Cuando finalmente se bendijo ésta, el 28 de Abril de 1917 y tocó “La Esquila” en Octubre, él sólo estaba presente en el recuerdo de sus compañeros.

1 comentario:

  1. Al concluir el trabajo, Mark fue invitado a cenar por Mr. Barry a la Casa de Consejo, residencia habitual del Director y su familia.
    No era frecuente se prodigase este tipo de deferencias a los miembros del Staff, quienes si alguna vez el hecho se producía, solían referirlo reiteradamente en sus tertulias y encuentros en el Club, sin que la señora del agasajado olvidase de comentarlo (simulando no darle importancia) a la servidumbre, conociendo era el conducto más seguro para que se supiese en toda Bella Vista.
    El último método de transmisión intencionado, lo ponía en marcha la señora invitada, al comentar en la cocina de su propia casa, un tanto distraídamente: “!Oh¡…me olvidaba. Por favor, no preparen cena esta noche, ni para el señor ni para mi, porque lo haremos en la Casa de Consejo. ¡Gracias¡”
    Suficiente, para que el efecto tuviese idéntico eco, al de un potente tam-tam, en plena selva africana.
    En aquella sociedad, -aún más que en la actual- se valoraban gestos y apariencias que se traducían en abrillantar el “status” personal.

    Acudió el invitado escocés, vistiendo elegante smoking y rigurosa puntualidad.
    Una sirvienta le condujo a la sala donde un cortés Mr. Barry presentó a su señora, que ya departía con otro conocido matrimonio.
    Fácilmente se estimaba la diferencia de edad en unos 15/18 años, más joven que su esposo. Su acento, sin duda, galés. Frecuente sonrisa, cabello tenuemente, pelirrojo, con ojos de intenso azul y tierna mirada, edulcoraban la sensación de distancia personal que desprendía. Impenitente aficionada a la ornitología, había conseguido llenar el amplio jardín de aquella casa de pequeños refugios de madera, con nidos provistos de semillas, para que los pajarillos pudiesen encontrar acomodo.
    Sufría mucho al descubrir que los jilgueros, chamarines, verdones y hasta los comunes gorriones, despreciaban las atenciones que se les dispensaban, prefiriendo las ramas de los árboles próximos y matojos de cardos silvestres.

    Encontraba compensación en el inmenso cariño, sentido igualmente, por los 5 caballos de que disponían, entre su marido y ella. Nunca pudieron separarla de los partos de su yegua favorita “Madam”, así como su preocupación por todos ellos, al punto de prohibir seriamente a los mozos de cuadra, el uso de fusta o algo que se pareciese, debiendo sustituir aquella, por plumeros, incluso al montar.
    Era el tema de conversación que sostenía con sus otros invitados, cuando Mark le fue presentado,

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