jueves, 4 de febrero de 2010

"Aquel joven escocés" XXXII

En lo concerniente a la Mina y transcurridas dos semanas, después de la entrevista
del Director con Mark, el Sindicato, fuertemente arraigado en los trabajadores e impulsado por sus dirigentes, con cuartel general en Nerva, no habiendo conseguido ninguna de las mejoras solicitadas y, ante la intransigencia de Mr. Barry, convocaron una huelga en el servicio del ferrocarril. Entre otros, era uno de los servicios más sensibles para el funcionamiento del establecimiento minero.
Al producirse dicha perturbación, Mr. Barry decidió despedir a 45 obreros empleados en la línea férrea pero, la expeditiva medida enfureció a gran parte de trabajadores, que, a continuación se sumaron a la actitud de los castigados.

En Zalamea, al igual que en los pueblos limítrofes de Rio Tinto, se seguían las incidencias de la huelga con muchísima atención, al haber numerosas familias del lugar que dependían del trabajo en la Mina.
Además, el ramal del ferrocarril que la conectaba con la red de la Compañía, quedó igualmente paralizado.

Mr. Barry y sus adictos reclutaron a los esquiroles que pudieron, a fin de activar ese vital medio de transporte, consiguiendo organizar un tren que, partiendo de la Estación de El Coso, llegase a Zalamea y en el que viajaban unas parejas de la Guardia Civil y 15 guardiñas armados, comandados por el imprescindible, Don Segundino Botavieja, no pudiendo llegar a la estación de El Campillo, donde sentados en las vias y provistos de escopetas de caza, algún que otro revolver y hasta palos, esperaban entre 50 a 70 huelguistas opuestos al avance del tren.
Se llegó a la violencia física, sufriendo heridos, ambos bandos, de mediana importancia.

Como consecuencia de la gravedad de los acontecimientos, Mr. Barry reunió a Jefes y Capataces británicos para sostener un cambio de impresiones, en el Club.
Mark fue convocado, mediante nota escrita, entregada en su domicilio, por un guardiña que se vió obligado a realizar el camino a pié.
Obviamente no pudo asistir puesto que el ferrocarril no funcionaba. Tampoco tenía la posibilidad de hacerlo sobre caballería con riesgo de ser descubierto por los piquetes de huelga, poniendo en riesgo su integridad física.

1 comentario:

  1. Era el motivo en el que se fundamentó el Sr. Director General para, nada más terminada la reunión, enviarle una misiva comunicándole su irrevocable despido.
    Si bien Mark no justificó la ausencia, tampoco habría sido escuchada, puesto que la inicua decisión, en todo caso, ya estaba madurada. Así ejercía su inapelable, autoridad, el prepotente directivo.

    En el escaso mes de inactividad a que se vio sometido, encontró comprensión, devoción y redoblado cariño en Elvira, evitándole cualquier pensamiento negativo que le asaltase. La compenetración era tal que, aquel revés del destino les hizo profundizar, aún más, en el amor que ambos se profesaban.
    La tristeza por la injusticia que, en el ámbito laboral, aquejaba a Mark, se tornó esperanzadora al recibir carta de sus amigos los Swason, desde Gibraltar.
    A Edward Swason hacía dos meses le habían trasladado a un alto puesto en el Gobierno de la colonia y próximas a comenzar importantes mejoras en el puerto, necesitaban un ingeniero, no militar, para dirigirlas. Conocedor de las dificultades por las que pasaban las Minas, decidió ofrecerle el empleo a Mark, sin sospechar que con ello ponía en manos de un naufrago el cable más preciado

    Hacia allá marcharon, dejando atrás las rojas tierras de Rio Tinto, con sus agrestes y coloridos paisajes, el “impermeable” muro de Bella Vista, la paz del huerto y jardín de Zalamea y, sobre todo, los anacrónicos convencionalismos que encorsetaban ideas y formas de vivir de dos personas que, en momentos ideales para sus vidas, procedieron con arreglo a la ley de la naturaleza e inevitables sentimientos, marginando absurdas imposiciones sociales.

    El tiempo, cual velo que cubre, -entre muchas más cosas- los humanos comportamientos, actuó como notario del recuerdo que ambos dejaron de su paso por Rio Tinto, donde los mayores, todavía guardan memoria de la joven pareja que optó por propia manera de vivir, prescindiendo de nacionalidad, diferenciadas creencias religiosas y encasillamiento social, sin validez, todo ello, ante el profundo amor de ambos, sólo con su buen hacer y el temor a Dios, de cuyo sentimiento emana la sabiduría. (Proverbios. 1,7)

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