Tienen tus ojos, minera,
el color de la esperanza,
y en la gloria de tu rostro
son como dos esmeraldas,
que pregonan al mirarte,
la belleza de tu alma;
aguas marinas dormidas
en ternuras tibias, mansas,
que se encienden en reflejos
de promesas puras, albas;
pureza de plenilunio
en noche serena, diáfana;
diafanidad de los cielos
besados por la luz del alba.
Minerva te dio sus ojos
para asombro de las hadas....
Pero vela, sin embargo,
el palio de tus pestañas,
una íntima tristeza,
una secreta nostalgia
que acentúa tu sonrisa
cuando miras, cuando hablas.
¿Que secretas inquietudes
hay, minera, en tu mirada
que se pierde en lejanías
recónditas, ignoradas...?
¿Que prematuras congojas
ponen esa pincelada
de triste resignación
en tu carita serrana?
¿Porque tienes esa pena...?
¿Porque tu risa no canta
y tu voz tiene matices
y trémolos de añoranza?
¿Algún malogrado amor
dejo en tu pecho grabada
la huella del desengaño
y vives acongojada
por el recuerdo enojoso
que torturó tu alma cándida?
¿O es que el ambiente minero
trenza en tu desesperanza
sinfonías de amargura
que entenebrecen tu alma?
En tu sonrisa de mieles
tiemblan angustias lejanas...
Dime, minera: ¿por qué
hay tristeza tu mirada
siendo tus ojos tan bellos,
siendo tan linda tu cara,
tan dulces tus labios rojos
y ese rosario de nácar
que luces cuando sonries
con esa sonrisa amarga?
¡Hazme, minera bonita,
confindente de tus ansias,
y yo elevaré a la Virgen
una encendida plegaria,
para que luzca en tu rostro
la divina llamarada
del fuego de tus pupilas
-caricia, luz, esperanza-,
y suenen los cascabeles
de tu risa libre, franca,
como un repique de gloria
al despuntar la mañana!
DE FRANCISCO ARRANZ GARCÍA DEL LIBRO POEMAS DE LA PEÑA LITERARIA RIOTINTO SEGUNDO VOLUMEN.
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